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Litetarura filosófica (III)

EL CAMINO HACIA DIOS: DECIR PURAMENTE LA VERDAD DEL SER.

La nueva época, se pensará desde el Ereignis, que es un acontecimiento procesual, histórico y transitivo, que va del ser al hombre y del hombre al ser, y en el cual, ser y hombre se apropian uno de otro, y así alcanzan su esencia más propia a saber; el ser alcanza su esencia como acontecer en el todo del ente a través de la comprensión del ser proyectada por el hombre a partir de la yección del ser, y el hombre alcanza su esencia de Da-sein de lugar y momento en que el ser acontece y en el que se puede relacionar con el ser, con el ente y con los dioses[23].

Es el ámbito en el que ambos pierden las determinaciones que les hizo la metafísica. La pregunta del ser es la pregunta por la verdad del Ser, llevada a cabo y concebida históricamente, llega a ser ella, frente a la hasta ahora habida pregunta de la filosofía por el ente[24]. En el Ereignis, el ser acontecerá en su verdad, esto es como ser, y no como ser del ente. El avance en las investigaciones de Heidegger, en específico en los Beitrage[25] es ya no el intento de comprender el ser desde la relación hombre-ser, Dasein-ser, sino desde la relación ser-hombre, pues es el ser el origen último de toda comprensión del ser. En este acontecimiento en el que el uno y el otro se apropian respectivamente, el hombre ya no pensará al ser como una cosa, que es preciso “dominar” y “representar” , sino que se dejará apropiar por el ser.

Comprensible se hace entonces la frase de la carta sobre el humanismo: “Sólo desde la verdad del ser deja pensarse la esencia de la gracia. Sólo desde la esencia de la gracia está por pensar la esencia de la divinidad. Sólo en la iluminación de la esencia de la divinidad puede ser pensado y dicho lo que ha de nombrar la palabra –Dios-”[26]

En estos enunciados se descubre el ámbito esencial desde donde pueda observarse el paso del último Dios, en la verdad del ser, pero recordando que ésta solo acontece en el Ereignis. El Ereignis, es pues, el escenario originario en el que pueden aparecer, y por lo tanto ser pensados: lo sagrado, la divinidad y el Dios o los dioses.

En este texto, así mismo se dan una serie de condiciones esenciales para que el suceso en cuestión acontezca; es una triada de exigencias. Para acceder al significado de lo que verdaderamente quiere representar la palabra “Dios”, es decir, la primera condición para pensar a Dios desde su misma esencia, desde su manifestación y para no inventar y utilizar meramente discursos y definiciones erradas sobre él, para no hacer de él un ente a través de nuestra mirada objetivante, hay que pensar primero la esencia del la divinidad. No obstante, la esencia no es algo fijo en la cosa ni algo proyectado en la voluntad del hombre, la esencia también acontece, pensar la esencia de la divinidad significa entonces experimentar ese suceso, el hombre debe experimentar aquella esencia para poder pensar en lo que la palabra “Dios” quiere nombrar.

Mientras, el hombre no ocupe su lugar, como el “ahí del ser” es inservible manifestar algo sobre la existencia o inexistencia de Dios o los dioses, ni sobre sus características, sus cualidades, sobres su número, ni peor aún sobre su futura manifestación

El hombre debe prepararse, debe esforzarse para salir de esta cerrazón, sólo cuando esto suceda podrá constatar si Dios existe. Entonces, penderá ya no del hombre sino de la libertad abismal del ser y del Dios, el que uno y otro hagan usanza del ofrecimiento del hombre, y de ese modo, aparezca o se retire definitivamente el Dios.

El ser, pues, permanece en vela, a la expectación de que el hombre emprenda la senda descrita y convierta al lenguaje en su morada. Se deja en claro que si el hombre no lo realiza el “ser” y “Dios” no aparecerán nunca, estos dependen totalmente del hombre, que este escuche la resonancia del ser que está olvidado.

El calificativo último, mantiene abierto el asunto, de la existencia o no de Dios, de su aparición o de su negación, de si será un único Dios mono, de un Dios que será absolutamente todo o si serán multiplicidad de Dioses. Como dice Otto Poggeler: “EL último Dios que no es el último de una serie, sino aquel que se muestra [hace su rara seña] de cara a una frontera irrebasable, e inserta así la esencia de lo divino en una experiencia única”[27] De ahí que no se puede decir nada sobre la naturaleza de aquel Dios.

Pero cual es la seña de los dioses, ¿Cómo hablan los dioses? […] Por signos; que desde antigua tal es la palabra de los dioses[28]. El hombre debe estar en vigilancia, atento, despierto, en una sola palabra: debe atenerse a la voz del ser que se rehúsa a presentarse porque se lo ha olvidado y esto debe hacerlo permaneciendo en silencio porque esta es la manera de escuchar la voz silenciada del ser y las señas indirectas de Dios. Por tanto, el hombre debe abstenerse de utilizar su mirada objetivizante que lo abarca todo y lo entifica, debe guardar silencio y ser guardián del silencio, para que se escuche el rehusamiento del ser y posteriormente pueda darse la verdad del ser, y en el mismo silencio generado se deje oír el paso del último Dios. Estas son las señas de Dios.

Si el hombre ha olvidado al ser, Dios no puede manifestarse, asomarse a la puerta del mundo, ni siquiera hacer su seña directamente. En el acontecer de la seña viene el ser mismo a su madurez, que es estar dispuesto a devenir un fruto y una donación[29].

Solamente desde el Ereignis es posible el paso de los dioses y el comienzo de la nueva era:
Ereignis es el acaecimiento apropiador (Ereignung), que sobreviene en la necesidad desde la cual los dioses urgen del ser y desde ésta el ser precisa del hombre para la fundación de la verdad que le es propia y así acontece el entre; el acaecimiento apropiador del Hombre por los Dioses y la apropiación de los Dioses de sí mismo deviene Ereignis[30].

De este texto se desprende que el Dasein es el único medio entre los entes intramundanos que puede ser utilizado por el ser y por los dioses para que ellos mismo se revelen. El ser es utilizado y es apropiado por los mismos. Mientras que el hombre no se decida a Ek-sistir, el ser y los dioses estarán siempre en el olvido, aunque su voz resuene con baja frecuencia. Si esto no sucede el “ser” seguirá siendo el ser del ente y Dios seguirá siendo el fundamento y el creador de todo lo real y su misma naturaleza infundada. En definitiva si el Dasein no Ek-siste la historia de la humanidad seguirá estando dominada por la onto-teología.

Heidegger dice: ¿Cuán alejado de nosotros está el Dios, aquel que nos nombra como fundadores y creadores?[31]. Dios también se rehúsa a aparecer porque el marco en el que podría manifestarse se rehúsa a acontecer. Su cercanía resuena cuando en medio del olvido del ser, éste resuena como lo olvidado en la experiencia de la necesidad, surgida a través del desamparo que sufre el ser en el ente. Esta lejanía, sin embargo, s sobre todo la más vasta y para el hombre la primera cercanía al Dios[32].

Los únicos capaces de rastrear la huída de los dioses son los poetas, pues ellos están expuestos a los rayos de Dios, ellos son los primeros y los únicos de darse cuenta del abismo en el que ha caído el mundo. La relación existente entre Dios, el ser y la poesía exige la sacralización del lenguaje sobre el ser, si esto no se cumple se presenta la prohibición de mentar lo sagrado ya que en cuanto lo sagrado se hace palabra su esencia más intima tambalea. Aquí entra la influencia de la mística[33]. Si la dinámica comunicativa de Dios está siempre marcada por un retraimiento[34], de ahí que nada puede decirse acerca de la ousía divina, como diría el mismo Dionisio: “Dios no es sustancia, ni eternidad, ni tiempo, no es objeto de contacto intelectual, no es ciencia, no es verdad ni sabiduría, no es ni uno, ni unidad, ni bondad y principalmente no es ninguna de las cosas que son y que no son”[35] Es menester guardarse de toda palabra y promover el silencio para escuchar la voz de los poetas que con su lenguaje sacro nos desvelen “algo” de este fenómeno y del compromiso humano con él mismo.

Quede como interrogantes al final de escrutar las indagaciones de Heidegger lo siguiente: ¿Habrá algún hombre que escuche el ¡auxilio! del ser y de Dios? ¿Habrá algún hombre que pueda soportar la lejanía de Dios? ¿Cuándo habrá hombres que se decidan a precursar la verdad del ser y el paso del último Dios? ¿Habrá algún poeta o algún místico? Si esto no sucede, si no hay precursamiento, y si su voz no es escuchada en la noche oscura del mundo, Dios desaparecerá y su señal habría sido fútil.

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