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Litetarura filosófica (II)

El Dios de la onto-teología debe morir, pues es a este Dios, el hombre no puede rezarle ni hacerle sacrificios. Ante la causa sui el hombre no puede caer temeroso de rodillas, así como tampoco puede tocar instrumentos ni bailar ante este Dios[13].

La onto-teología no puede llegar al Dios verdadero. Más aún, Heidegger opina que son los mismos creyentes y sus teólogos los que han asestado el último y más duro golpe contra Dios al pensar y hablar de él con su pensamiento y un lenguaje sacrílegos a la luz de la fe[14].

Siendo la onto-teología, el error desenvuelto en la historia del pensamiento occidental, es preciso destruir y superar esta concepción, y esta se hará precisamente desde la verdad del ser.

CRÍTICA AL CRISTIANISMO

Su crítica al cristianismo debe leerse en la siguiente clave: No hay filosofía cristiana, esto es desatinado e inadmisible. El cristianismo no es una filosofía. El cristianismo se apropia de la filosofía pero no logra cumplir las exigencias del pensamiento autónomo. La filosofía cristiana es algo sin sentido, aún mayor que la idea de un círculo cuadrado.

Así pues, Heidegger apoya la posición de Lutero con respecto al cristianismo: la verdadera religiosidad cristiana debe manifestarse en la vuelta al cristianismo de las primeras comunidades cristianas y no en la utilización de la filosofía como medio para descubrir a Dios. Para la filosofía el cristianismo es impensable y para el cristianismo la filosofía es una locura, las indagaciones de tipo filosófico para todo aquel que cree afirmaciones patosas, son tonterías. De ahí que cobre valor importante en la actitud de Heidegger, las palabras del apóstol San Pablo, cuando se dirige a los corintios: “Destruiré la sabiduría de los sabios y haré fracasar la inteligencia de los inteligentes. ¡A ver! ¿Dónde está el sabio, el erudito, o el experto en las cosas de este mundo? ¿No ha convertido Dios en locura la sabiduría del mundo?”[15].

Su examen es muy escéptico, pues comprueba sin temeridad al error, que las deducciones teológicas, son el inicio del camino de dónde Dios ha emprendido su partida. Lo totalmente cierto y que no merece discusión es el hecho que en la relación del hombre con Dios, la razón no puede inmiscuirse y del mismo modo, en el pensamiento no puede interferirse nunca la experiencia religiosa.

Si la filosofía es una fiesta y embriaguez, en el cristianismo no se da nunca la fiesta del pensar, es decir, no hay una filosofía cristiana[16]. Si la filosofía es afirmación del mundo y el cristianismo es una forma de negarlo (ascesis), nunca podrá haber reconciliación entre ambas. El cristianismo al absorber la metafísica griega, con su Dios, causa sui, se convierte también en propulsor de la onto-teología.

De esta simbiosis se desprende un fenómeno aún peor: El Desdiosamiento. El “desdiosamiento” es el estado de indecisión con respecto a Dios y con respecto a los dioses. El cristianismo es el principal responsable de su advenimiento”[17].

Este suceso conduce a pensar que no hay por ningún lado el ser, sino simplemente y desafortunadamente la interacción de entes: un ente creador que se revela a los entes creados, para que se salven; la historia de la verdad del ser se convierte lamentablemente en mera y absurda historia de salvación. Dios mismo se equipara a un ente y este mismo en el dogma de la encarnación se convierte en hombre, perdiendo su divinidad para jugar a los antropomorfismos. El cristianismo parte de un ente crucificado[18]. Esta posición extraña y no razonable, esta dirección hacia la total humanización genera en definitiva esa “indecisión con respecto a Dios y con respecto a los dioses”, pues la verdadera experiencia de lo divino se pierde[19]. Con razón dirá Heidegger: “Y precisamente esta unión de metafísica y de teología es la base […] del proceso de la secularización que actualmente invade a todas las naciones occidentales”[20].

Heidegger llega a la conclusión que la fe, malogra la actividad del pensamiento; que allí donde reina el cristianismo no hay cabida para la filosofía y allí donde impera la filosofía no hay lugar para el cristianismo.

El cristianismo con respecto al ser del ente, no debe afirmar ni negar absolutamente nada. Sin embargo, se observa, que el cristianismo ha respondido definitivamente a la pregunta acerca de qué es el ente y ha eliminado así la pregunta misma, y todo esto desde un lugar que es esencialmente superior al opinar y errar contingentes del hombre[21]. Esta actitud del cristianismo no es más que la eliminación de la filosofía, pues si la pregunta ya ha sido respondida desde siempre en la revelación y el creyente le presta a la misma la obediencia de la fe, no hay necesidad de realizar algún trabajo intelectual para alcanzar una cierta respuesta. La filosofía trata de responder a este interrogante desde las fuerzas del hombre, finitas, contingentes, falibles y por eso ella misma es palabra humana; en cambio, en el cristianismo la respuesta se da en la fe, y por eso ésta es Palabra de Dios. De ahí que: una “filosofía cristiana” equivale a “hierro de madera” y es un equívoco[22].

El intento cristiano: un ente crucificado convertido en causa sui, debe ser superado. Este es el verdadero camino de todo filósofo y de todo creyente.

El cristianismo con respecto al ser del ente, no debe afirmar ni negar absolutamente nada. Sin embargo, se observa, que el cristianismo ha respondido definitivamente a la pregunta acerca de qué es el ente y ha eliminado así la pregunta misma, y todo esto desde un lugar que es esencialmente superior al opinar y errar contingentes del hombre[21]. Esta actitud del cristianismo no es más que la eliminación de la filosofía, pues si la pregunta ya ha sido respondida desde siempre en la revelación y el creyente le presta a la misma la obediencia de la fe, no hay necesidad de realizar algún trabajo intelectual para alcanzar una cierta respuesta. La filosofía trata de responder a este interrogante desde las fuerzas del hombre, finitas, contingentes, falibles y por eso ella misma es palabra humana; en cambio, en el cristianismo la respuesta se da en la fe, y por eso ésta es Palabra de Dios. De ahí que: una
“filosofía cristiana” equivale a “hierro de madera” y es un equívoco[22].

El intento cristiano: un ente crucificado convertido en causa sui, debe ser superado. Este es el verdadero camino de todo filósofo y de todo creyente.

La gran salida consistirá en la muerte del Dios cristiano, ya anunciada por Federico Nietzsche: terminar definitivamente con aquella idea alienante y pecaminosa de Dios como fundamento de todo lo existente. La verdadera fe no buscará a Dios, abrirá el camino a la verdad del ser, pues es desde ella, que se puede comprobar el paso o no de Dios o de los dioses.

No obstante, ni la metafísica tradicional ni el cristianismo convienen ser llevados a la corte inquisidora de la historia, para llevar a cabo protecciones o censuras, defensas o condenaciones, más bien entre ambos deben ser interpretados como parte del destino y como necesarios para la formación del nuevo período en el que el ser se revele. Sólo así, se puede depurar su importancia y su potestad hegemónica y fatal.

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