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La Ciudad Ideal (V)

Naderías metafísicas
IX.- La Ciudad Ideal (V)

La estructura social exige que sus miembros ocupen el lugar que les corresponde en el ordenamiento natural de la vida ciudadana;ningún ser humano puede quedar ocioso o constituir un lujo;cada uno tiene una misión específica que cumplir:unos proveerán las necesidades elementales comunes,otros las mantendrán y algunos deben dirigirlas.Sólo los seres humanos que están intelectualmente capacitados para conducir a sus conciudadanos hasta la meta común de la felicidad en el orden del ser y del bien deben y pueden guiar la vida política de la ciudad.La autoridad se levanta sobre dos únicos pilares inexcusables:el saber y el poder,y precisamente por ese orden.Para alcanzar la sabiduría se necesita un largo camino de aprendizaje y la actualización de las potencias intelectuales del ser humano,hasta llegar a la permanente unión con el intelecto agente;desde aquí debe proyectar su mente al recto ejercicio del entendimiento práctico.De hecho es muy difícil encontrar gobernantes reales en los que se den unidos dichos dos aspectos,y los seres humanos dedicados al gobierno son más proclives al ejercicio de la praxis política que al cultivo de la estricta sabiduría.Platón resolvió el problema determinando que fueran los filósofos,los buscadores del saber,quienes gobernasen la ciudad.Al-Färäbï comprende la dificultad de dicha solución,y recomienda que un senado de sabios acompañe al gobernante práctico,para asesorarle en su labor y evitar que se desvíe del camino de la felicidad universal común.
La ciudad así concebida por al-Färäbï tiene,por tanto,una misión fundamentalmente educativa,que realiza mediante el mantenimiento de la armonía y el orden comunes,equilibrando el ejercicio y desarrollo de las potencias naturales de todos y cada uno de los ciudadanos.Un fin propio del Estado,tal como se concebirá a partir del Renacimiento,no tiene sentido en esta ciudad ideal;la finalidad de la vida ciudadana es la creación y mantenimiento de los hábitos sociales adecuados a la felicidad y fin últimos y permanentes mediante la enseñanza y la educación de aquello en que consisten precisamente dichos fin y felicidad.Una ciudad así concebida,mantenida y regida forma una unidad tan natural como la del cuerpo vivo;no existe alegría,bien y felicidad individuales si no son al mismo tiempo comunes;la sociedad toda goza y es feliz con cada uno de sus miembros.Una perfecta división e integración del trabajo lleva aparejada una rigurosa solidaridad social,en la que ningún miembro se considera ajeno ni disminuido,pues sólo ve en el gobernante a quien le guía y al que debe y puede imitar como modelo,pues al ser por definición los sabios puede tomarles como tales para mejor caminar hacia su concreta realización personal.De este modo,lo mismo que en el orden intelectual la felicidad se alcanza mediante la unión con el intelecto agente,en el político se verifica por la identificación del ciudadano con el sabio-gobernante ejemplar.
La ciudad ideal platónica así reestructurada por al-Färäbï tiene,empero,dos limitaciones:la inherente al tipo de sociedad real en la que vivió y las propias de la comunidad islámica,la umma.Empezando por lo último,el papel del filósofo gobernante corresponde a Dios,ordenador y legislador supremo y único modelo perfecto.Las leyes proceden directamente del legislador divino mediante la revelación;el gobernante concreto se limita a desarrollarlas y ejecutarlas.Pero en el orden práctico lo operante son dichos desarrollo y ejecución;por tanto su afirmación es tan rigurosamente utópica como el principio universal religioso de las tres grandes religiones monoteístas de que todo poder procede de Dios.Por otra parte,la realidad política de su tiempo le aconseja atemperar la actitud platónica con el senado de sabios moderadores del gobernante real,y con la idea de la sociedad como racionalizadora de las fuerzas naturales de la comunidad y de cada uno de los ciudadanos.Pero quien de hecho instaura,mantiene y ejercita el derecho es una voluntad;si ésta no está suficientemente racionalizada y,además,empapada de ese amor cósmico que desde Dios desciende a través del mundo de las esferas hasta el corazón de los hombres,el peligro del poder arbitrario acechará siempre.Por tanto,por uno y otro camino se vuelve siempre a la utopía necesaria.La solidez de esta conclusión se manifiesta con sólo referirme,y muy de pasada,al influjo y evolución de estas ideas de al-Färäbï.
Avicena reproduce el modelo de al-Färäbï,pero su propia experiencia personal al servicio de los régulos sämänïes y büyawahïes,los cargos que ocupó como médico y visir,hacen que ponga sordina,tanto al duro análisis de las ciudades imperfectas,como a las descripciones de la ciudad ideal.Pero Avempace,a finales del siglo XI y principios del XII,reproduce,aunque con cierta carga pesimista,el modelo de su lejano maestro al-Färäbï en su obra El régimen del solitario.La crítica de la sociedad real es dura;mantiene el principio de que sólo es posible una ciudad perfecta,y concluye negando la posibilidad real de una tal sociedad en el futuro previsible;sólo cabría,pues,señalar la formación y conducta de los solitarios perfectos en medio de la sociedad imperfecta y viciosa,para que sirvan como brotes que en un futuro imprevisible y lejano puedan ser la base de una posible ciudad perfecta.En el caso del Hayy ibn Yaqzän (El filósofo autodidacto de Ibn Tufayl),el sabio no puede esperar nada de las sociedades imperfectas,y acabará volviendo solo y desengañado a la isla en que se crió y vivió solitario tras la muerte de la gacela que lo prohijó.
Dentro de los filósofos el modelo de al-Färäbï concluye con la Paráfrasis de Averroes a la República de Platón.El pensador cordobés no renuncia a la utopía de la ciudad ideal pero,reconocido su carácter de modelo,centra su análisis en una sociedad posible.De aquí que admita dos regímenes perfectos:la monarquía y la aristocracia,y no es demasiado duro a la hora de criticar la timocracia;no es un sistema modelo,pero tampoco lo considera como pernicioso,reservando sus más duros ataques a la oligarquía y la tiranía.Más aún,traza su análisis suficientemente dúctil para presentar a los fundadores de la dinastía almohade como políticamente aceptables.Como la estructura de la sociedad debe ser eminentemente educativa,los regímenes imperfectos,pero no constitutivamente perversos,como el almohade,pueden ir mejorando si los políticos siguen los consejos de los sabios.Por otra parte,en el caso de conflicto entre sociedades,cuando éstas llegan a una situación límite,la guerra se hace inevitable.En este caso Averroes se esfuerza en poner condiciones muy duras antes de justificar el conflicto armado,pero no se atreve a condenar la guerra en sí (recuérdese que el yihäd es un precepto islámico,y que la monarquía almohade se encontraba en duro conflicto con los reinos cristianos peninsulares).Pero el realismo político de Averroes es tan complejo,tan maduro y excepcional que se necesitaría la lectura y comentario de su Paráfrasis de la República para exponer suficientemente su ideología.
Si de Averroes saltásemos a Ibn Jaldün,veríamos cómo todas estas especulaciones teóricas quedaban ya desbordadas por el estricto análisis de la realidad social e histórica.Las discusiones de los filósofos sobre la ciudad ideal,dirá literalmente,son estrictas hipótesis,con el agravante de que la reiterada lectura de las obras de Ibn Jaldün me permite afirmar que el gran historiador norteafricano no conoció las obras políticas de Platón,al-Färäbï,Avempace y Averroes.La continuidad de la utopía necesaria hay,pues,que buscarla en los pensadores latinos de los siglos XIV y XV,hasta desembocar en el Renacimiento.
Y al llegar aquí debía resumir y comentar el libro de al-Färäbï Al-Madinat al-fadila (La Ciudad Ideal).Pero sólo sus capítulos XXVI al XXXV hacen referencia a ella,excepto el XXX,y a decir verdad con ideas que no me han interesado nada.Prefiero pues que construyamos el futuro sin mucho lastre del pasado,pues si nuestros gobernantes no han estado a gran altura histórica,sus consejeros tampoco.

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