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España,plurinacional (LXII)

                España,plurinacional
                                               LXII.- La España de postguerra (4)
 
                Se le ha caracterizado asimismo como Estado nacional-católico:La Iglesia se somete al Estado y éste,a cambio,convierte el catolicismo en piedra angular de su discurso político y social.Y es verdad que la España de Franco fue un Estado confesional,y que la Iglesia colaboró estrechamente con el régimen hasta el extremo de llegar a controlar territorios como la educación o la censura.Ahora bien,no puede decirse que este nacional-catolicismo,entendido como praxis política,fuera el rasgo esencial del régimen de Franco;en primer lugar,porque sólo se extendió durante un cierto período (hasta finales de los años cincuenta aproximadamente),y además porque ni el Estado-institución,ni la Iglesia,lo subscribieron nunca de modo explícito.Y,sin embargo,es innegable que el régimen debió buena parte de su apoyo social al hecho de identificarse con la Iglesia. (J.J. Esparza).
                Tampoco se acomoda bien el franquismo a otras definiciones que de él se han hecho,como el de régimen personal o autocracia,pues aunque el de Franco fue el régimen de una persona,la verdad es que no fue un régimen personalista:desde que se crearon las Cortes,en 1942,hasta su muerte en 1975,Franco sólo ejerció ocho veces su prerrogativa personal para dictar leyes.El poder nunca dejó de estar bajo la sombra de Franco,pero no residió completamente en él,sino que más bien flotó entre una compleja constelación de órganos e instituciones (J.J. Esparza).
                Y se lo ha llamado dictadura desarrollista,como algunas del Tercer Mundo:Una élite que llega al poder con un programa casi exclusivamente centrado en objetivos económicos.Pero la de Franco tampoco fue una dictadura del desarrollo,porque no nació con ese objetivo,ni el desarrollo fue tampoco el horizonte esencial de su política;es verdad que España se desarrolló bajo Franco y que el propio régimen sacrificó algunas de sus iniciales convicciones en provecho del crecimiento industrial,pero,como en los casos anteriores,el desarrollo es sólo una parte de su perfil (J.J. Esparza).
                Ha habido otros intentos de definición,siempre insuficientes.No hay un sistema franquista en la historia de las ideas políticas,aunque sí haya una Era de Franco en la historia de España.Aquel régimen no sería un sistema,ni siquiera un modelo institucional,sino que,sencillamente,Franco hizo una política que aplicaba ideas vigentes en la órbita de la derecha española desde antes de la guerra,y muy singularmente el catolicismo doctrinal de Menéndez Pelayo y Acción Española.Y todo ello apoyado en una estructura de poder completamente singular,nacida de una situación excepcional (Fernández de la Mora).
                El comportamiento del franquismo también está lleno de paradojas más o menos reales.Antiobrero,según sus oponentes,elaboró la legislación social más obrerista de la historia de España;oficialmente antijudaico,salvó de la persecución nazi a más judíos,probablemente,que cualquier otro Estado,exceptuado el Vaticano;supuesto títere o criatura de Hitler y Mussolini,mantuvo a España fuera de la II Guerra Mundial,para gran beneficio de los Aliados;de doctrinas presuntamente incompatibles con el desarrollo económico,presidiría la etapa de más rápido crecimiento disfrutada por España antes;eminentemente represivo,el número de presos en sus cárceles llegó a ser uno de los más bajos del mundo comparativamente a su población,aunque,a la muerte de Franco,contaran aún en ese número algunos centenares de presos políticos.Rígido e incapaz de evolucionar,era muy diferente en los años 40 y 60.Etc.Basten estas consideraciones para entender la insuficiencia o tosquedad de la imagen de él elaborada en estos años por la propaganda,más que por una historiografía seria.
                Entender ese régimen y su duración exige recurrir no sólo a categorías generales,sino a la historia anterior.Ya vimos cómo la dictadura de Primo de Rivera surgió de la incapacidad de la Restauración ante los desafíos revolucionarios.Mucha gente concluyó entonces,en medio de la crisis general europea,que la democracia liberal no podía,por sus propias características,afrontar tales retos.La dictadura debía alumbrar nuevas fórmulas políticas,vagamente elaboradas en torno al corporativismo o democracia orgánica,en cuya raíz encontramos,en España,desde la Institución Libre de Enseñanza a socialistas como Fernando de los Ríos,pasando por diversos catalanistas,Maeztu o Madariaga,y hacia la que derivó buena parte del movimiento maurista.Uno de sus rasgos consistía en que las personas no votarían como individuos,sino en calidad de miembros de colectivos como el sindicato,el municipio o la familia.
                No obstante el peso del catolicismo y de la tradición liberal en la derecha española,y no la oposición de la izquierda,habían impedido en los años 20 la consolidación de un sistema fascista o corporativo,y la experiencia abocó a la II República,una pseudodemocracia anticatólica y de tono izquierdista,que creyó poder impulsar y encauzar al mismo tiempo a los movimientos revolucionarios.El resultado habían sido las más sangrientas convulsiones de España desde la I República,y finalmente la guerra civil.Tal experiencia había convencido a la mayor parte de la derecha –como,en otro sentido,de la potente izquierda extremista- de que la democracia liberal no tenía futuro.El régimen de Franco proclamaba,por tanto,la necesidad de superar dicho sistema mediante la democracia orgánica,fórmula que iba a revelarse inoperante a la postre.
                Aun así,el franquismo albergó desde el principio dos corrientes de opinión,más implícitas que explícitas.Una lo veía como una superación efectiva de los sistemas políticos ensayados antes,y otra lo entendía como un régimen transitorio,nacido de unas circunstancias excepcionales,y que debía dar paso,antes o después,a otra cosa por el momento indefinida.La segunda interpretación ganó terreno conforme en Europa Occidental se asentaban sistemas demoliberales,tras la crisis de postguerra,y más cuando el peligro comunista perdió inminencia desde la revisión del stalinismo,en 1956,de la división entre la URSS y la China de Mao y el indisimulable fracaso económico de su sistema.La idea del franquismo como un régimen excepcional permitía,a la muerte de su fundador,la transición pacífica a lo que siguen llamando democracia,otros y yo partidocracia.
                Pero en 1939 la dictadura se presentaba como enemiga y superadora de la revolución,la comunista ante todo,también del sistema demoliberal,y de los secesionismos internos.A este último aspecto dedicaremos aquí la atención principal.
                Una faceta esencial del nuevo régimen era un nacionalismo español exacerbado,sobre todo en los primeros años.La nación española fue definida como unidad de destino en lo universal,frase de José Antonio Primo de Rivera,de sentido nada claro,acaso referida a una proyección imperial,también muy usada por la propaganda.La idea de imperio pasó por unos años a primer plano.Pero también ahí predominaba la vaguedad.¿Implicaba la expansión política por otras tierras,o más bien una preeminencia cultural?.Seguramente se pensaba en las dos cosas,pero sin arriesgar demasiado por la primera.Cuando Franco pidió a Hitler buena parte del imperio francés en el norte de África como compensación a su entrada en la guerra mundial,¿lo hizo creyéndolo factible,o usando unas peticiones desmesuradas como justificación para evitar verse arrastrado a la contienda?.Es difícil saberlo,aunque el resultado práctico no ofrece dudas.En todo caso la idea de una expansión política sólo podía plantearse con relación a África,y a duras penas,pues el continente ya estaba repartido entre potencias más fuertes,si exceptuamos Portugal.Y en relación con América se trataba más bien de una aspiración a fomentar los lazos culturales y políticos,no de una impensable recolonización.En realidad el imperio nunca pasó de la retórica.
                Tiene interés el lazo entre este imperialismo y el patrocinado por el nacionalismo catalán desde Prat de la Riba,pues sin duda hay una influencia catalanista ejercida a través de Eugenio d´Ors,uno de los mentores de Falange,y menos directamente de Cambó,aunque se trataba de dos ideas básicamente distintas.El imperialismo falangista se inspiraba en un imperio auténtico,cuyos considerables restos se habían perdido en 1898,sólo cuarenta y dos años antes.El imperialismo de Prat no presentaba esa hilación histórica:Catalunya debía impulsar y dirigir la construcción de un imperio ibérico de nuevo cuño,sin casi nada que ver con el antiguo,si bien en cierto modo reintroducía por la ventana la españolidad de Cataluña rechazada por la puerta.
                Ya hemos visto cómo esa dinámica empujó a Cambó a un progresivo españolismo,nunca concluido.Y es que sólo España,como conjunto,podía asumir algo parecido a una misión imperial,por lo demás anacrónica.Cataluña,como parte de España,podía destacar en algún aspecto,pero carecía del peso económico,demográfico y cultural para convertirse en la nación dirigente de un conjunto de naciones ibéricas,cuya tendencia natural sería la disgregación.Tampoco el idioma catalán podría sustituir al castellano como lengua imperial o de cultura.De ahí que el progresivo españolismo de la Lliga opusiera,en otros nacionalistas,un imperialismo en teoría más modesto y realizable,a aplicar en los que siguen llamando Países catalanes:Valencia y Baleares,a veces también Aragón,para recuperar la situación medieval anterior al nefasto compromiso de Caspe.
               

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