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Carta sobre la tolerancia (II)

Naderías metafísicas
XVI.- Carta sobre la tolerancia (II)

Hay sin embargo también argumentos de tipo religioso:1)toda Iglesia
es una sociedad libre y voluntaria;2)ningún ser humano puede ser
obligado a entrar en ella;3)ningún grupo religioso puede reclamar
origen divino para su institución;4)las Iglesias sólo cuentan con la
excomunión como método de coacción,siempre que no tenga efectos
civiles.
Locke afirma también 1)que no existe testimonio en la
Escritura del que se pueda deducir que Dios haya conferido autoridad
a ningún hombre sobre otro para obligarle a profesar su propia
religión,2)que la persecución es anticristiana,3)que el empleo de la
fuerza resulta ineficaz en asuntos de fe,4)que la libertad religiosa
es un derecho natural,5)etc.Sin embargo en Locke las virtudes de la
razón no suponen prescindir de la fe ni de la Revelación,y lo que
ataca es el dogmatismo fanático.El objetivo de Locke fue pues
conseguir una tolerancia equitativa,que tome en cuenta el interés
público.Cada Iglesia debe disponer de sus propios ritos,y la
tolerancia que defendió Locke fue la de una libertad religiosa que
no dañara los derechos de otros,ni atentase contra el Estado.El fin
de esta libertad es la secularización de la política,con tajante
distinción entre lo civil y lo religioso.
Y entro ya en el resumen y comentario del texto de Locke.
La tolerancia es la característica principal de la verdadera
Iglesia.La verdadera religión no está instituida para exigir una
pompa exterior,ni para alcanzar el dominio eclesiástico,ni para
ejercer fuerza coactiva,sino para regular la vida de los hombres de
acuerdo con las normas de la virtud y de la piedad.De nada sirve
usurpar el nombre de cristiano si falta la santidad de vida,la
pureza de costumbres,la humildad y bondad de espíritu.Sería muy
difícil que quien no se preocupa de su propia salvación me persuada
de que le interesa la mía.Es imposible que quienes no han acogido
realmente en su corazón la religión cristiana pueden dedicarse con
sinceridad y entusiasmo a hacer cristianos a otros.Ningún hombre
puede ser cristiano si carece de caridad y de esa fe que actúa no
por la fuerza,sino por el amor.Yo apelo a la conciencia de aquellos
que persiguen,torturan,destruyen y matan a otros hombres con el
pretexto de la religión,y les pregunto si lo hacen por amistad y
bondad hacia ellos.
Si hay alguien que sostenga la idea de que al hombre se le
debe obligar,a sangre y fuego,a profesar ciertas doctrinas y
someterse a este o aquel culto exterior,sin tener en cuenta su
moralidad,si hay alguien que trate de convertir a la fe a aquellos
que están en el error forzándoles a profesar cosas que ellos no
creen,y permitiéndoles practicar cosas que el Evangelio no
permite,verdaderamente no se puede dudar que lo que desea es sumar
un grupo numeroso de gentes a su misma profesión religiosa,ya que
resulta totalmente increíble que,con estos medios,tenga la intención
de formar una Iglesia verdaderamente cristiana.
La tolerancia de aquellos que difieren de otros en materia
de religión se ajusta tanto al Evangelio y a la genuina razón,que
parece monstruoso que haya hombres tan ciegos como para no percibir
con igual claridad su necesidad y sus ventajas.
Pero,a fin de que no haya algunos que disfracen su espíritu
de persecución y crueldad anticristiana simulando tener en cuenta el
bienestar público y la observancia de las leyes,ni otros que,con el
pretexto de la religión,aspiren a la impunidad para sus libertinajes
y disipaciones,en una palabra,para que ninguno pueda engañarse ni a
sí mismo ni a los demás con el pretexto de su lealtad y obediencia
al Príncipe o de su ternura y sinceridad hacia el culto de
Dios,estimo necesario,sobre todas las cosas,distinguir exactamente
entre las cuestiones del gobierno civil y las de la religión.
El Estado es,a mi parecer,una sociedad de hombres
constituida solamente para procurar,preservar y hacer avanzar sus
propios intereses de índole civil.
Estimo,además,que los intereses civiles son la vida,la
libertad,la salud,el descanso del cuerpo y la posesión de cosas
externas,tales como dinero,tierras,casas,muebles y otras semejantes.
Todo hombre está facultado para amonestar o exhortar a otro
o para convencerlo de su error y,por medio del razonamiento,atraerlo
a la verdad.Pero dar leyes,recibir obediencia y obligar con la
espada son cosas que no corresponden a nadie más que al
magistrado.Sobre esta base,yo afirmo que el poder del magistrado no
se extiende al establecimiento de artículos de fe o de formas de
culto por la fuerza de sus leyes.Todo el poder del gobierno civil se
refiere solamente a los intereses civiles de los hombres,se limita
al cuidado de las cosas de este mundo y nada tiene que ver con el
mundo venidero.
Una Iglesia es una sociedad voluntaria de hombres,unidos por
acuerdo mutuo con el objeto de rendir culto públicamente a Dios de
la manera que ellos juzgan acaptable a El y eficaz para la salvación
de sus almas.Ningún hombre se encuentra por naturaleza ligado a
ninguna Iglesia o secta particular,sino que cada uno se une
voluntariamente a la sociedad en la cual cree que ha encontrado la
profesión y el culto que es verdaderamente aceptable a Dios.Ningún
miembro de una sociedad religiosa puede ser atado con ningún vínculo
que no proceda de la esperanza cierta de vida eterna.Una Iglesia
es,pues,una sociedad de miembros unidos voluntariamente para este
fin.
Que la Iglesia de Cristo deba perseguir a otros y forzarlos
con el fuego y la espada a abrazar su fe y doctrina no lo he
encontrado todavía en ninguno de los Libros del Nuevo Testamento.
El fin de una sociedad religiosa es el culto público de Dios
y la adquisición de la vida eterna.Nada debe ni puede tratarse en
esa sociedad respecto de la posesión de pertenencias civiles ni
mundanas.Ninguna fuerza ha de ser empleada en ella.Las armas por las
cuales los miembros de esta sociedad deben ser mantenidos dentro de
su deber son las exhortaciones,las admoniciones y los consejos.Si
por estos medios los transgresores no son redimidos,ni los que están
en error convencidos,lo único que cabe hacer es expulsar y separar
de la sociedad a tales personas.
Ninguna Iglesia está obligada en virtud del deber de
tolerancia a retener en su seno a una persona que,después de haber
sido amonestada,continúa obstinadamente transgrediendo las leyes de
la sociedad.Pero,sin embargo,en tales casos debe cuidarse de que la
sentencia de excomunión y su ejecución no conlleven ningún trato
rudo de palabra o acción que pueda dañar a la persona expulsada en
su cuerpo o en sus posesiones.Ninguna persona privada debe,en ningún
momento,usar la fuerza,a menos que sea en defensa propia contra una
violencia injustificada.La excomunión no priva ni puede privar nunca
al excomulgado de ninguna de las posesiones civiles que tenía
anteriormente.
En segundo lugar,ninguna persona privada tiene derecho
alguno,en ningún caso,a perjudicar a otra persona en sus goces
civiles porque sea de otra Iglesia o religión.Así lo ordena el
Evangelio,así lo dicta la razón y así lo exige la natural
camaradería en la cual hemos nacido.Y lo que yo digo respecto de la
tolerancia mutua entre personas privadas de diferente religión,lo
aplico también a las Iglesias.Ninguna de ellas tiene en forma alguna
jurisdicción sobre las demás.Nadie por tanto tiene justos títulos
para invadir los derechos civiles y las propiedades mundanas de los
demás bajo el pretexto de la religión.El cuidado del alma de cada
hombre le correspobde a él mismo,y debe serle dejado a él solo.
El único y estrecho camino que conduce hacia el cielo no es
mejor conocido del magistrado que de las personas
particulares.Ninguna religión que estimo falsa puede ser verdadera o
provechosa para mí.Ningún hombre debe ser privado de sus goces
terrenales a causa de su religión.

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